Dicen que las siguientes generaciones son más débiles. Dicen
que la voluntad de fuego decae al pasar de generación en generación. Dicen que
el presente no es lo mismo que el pasado, que el presente es peor que el
pasado. Los ninjas dicen palabras, hablan, susurran y murmuran. Pero también se
esfuerzan y luchan, combaten, pierden y ganan batallas. Batallas que no tienen
por qué estar relacionadas con armas blancas. ¿Por qué dicen esas cosas? ¿Quién
las dice? Personas que aún viven en el pasado y se aferran a él.
Está bien, la Cuarta Guerra Mundial Ninja fue dura. Muy
dura. ¿Y por eso hay que denigrar a los nuevos ninjas? ¿Por qué parece que ya
no existen guerras? ¿Qué es lo que quieren esas personas que susurran?
¿Guerras? ¿Batallas a muerte? Si no las hay, mucho mejor. No más sangre, no más
lágrimas debidas a un ser querido, no más muertes.
-Mirad, ese es el hijo del Séptimo Hokage -susurró un hombre
a su grupo de oyentes.
-El hijo del salvador de Konoha y el mundo ninja -continuó una
mujer con ingrata voz respecto al chico que observaba.
-Parece que no ha heredado su poder -miró con desquicio
alguien sin importancia.
-Ni falta que hace. Desprestigiaría a su padre.
-No solo a su padre. A su familia y a toda la aldea.
-Los niños de hoy en día no tienen ni idea de nada -lo dijo
un señorito cobarde que ni protegió a su familia en la anterior guerra.
Boruto los observó y todos ellos desviaron la mirada como si
evitaran ser castigados por el Séptimo Hokage a quien tanto alababan.
A Boruto parecía traerle sin cuidado, sin embargo, por
dentro le afectaba. Debía sentir cómo personas desconocidas le juzgaban sin
conocerlo. Cómo susurraban y esos murmullos recorrían la aldea como entresijos
libres por callejones con salida. Todo eran mentiras. Sucias mentiras
inventadas por aquellos y aquellas que su único objetivo en la vida era hacer
daño. Más del que provocaron, si acaso lucharon, a los enemigos blancos.
Boruto continuó su camino y despejó esas conversaciones cuando
una chica le llamó:
-¡Boruto! -Sarada le saludaba con la mano alzada.
-¡Hola Sarada! -dijo Boruto saltando sobre el puente hasta
alcanzar la tierra sólida.
-¿Qué estabas haciendo? -preguntó ella levantándose las
gafas sin enfado alguno.
-Pues nada, la verdad. Solo paseaba. ¿Y tú?
-Esperaba a Chouchou pero resulta que tiene comida familiar
-alzó los hombros unos segundo-. Así que parece que ninguno de los dos tenemos
nada que hacer.
-¡Aaajj! -se desesperó Boruto asustando a Sarada-. Yo quería
entrenar pero han dicho que hoy es día de descanso.
-Sí -rio la chica de pelo negro y gafas rojas llevándose las
manos a la boca-, pero no tienes porque ponerte así. Mañana ya podrás hacer lo
que quieras.
-Ya… tendré que esperar. Y a ver cuando nos asignan una
misión.
-Konohamaru está fuera de la aldea. Hasta cuando regrese
nada.
-¿Y Mitsuki? ¿Sabes dónde está?
-Ahora que lo dices, he escuchado a mi madre hablar con tu
padre.
-Sarada, ¿escuchando a escondidas, ehh? -dijo Boruto y salió
corriendo en dirección al piso de Mitsuki.
-¡Boruto, espera! -Sarada lo siguió y velozmente se colocó
delante de él-. Como digas algo…
-Vale, vale… -se rio Boruto tapando la mano de lado para que
Sarada no lo notase-. ¿Qué habías dicho de tu madre y mi padre?
-Sí, que Orochimaru no vendrá a pasar la Nochevieja con él
porque tiene algo que hacer. No he escuchado el qué.
-Orochimaru… ¿Y entonces con quién estará Mitsuki? No lo
podemos dejar solo. Vamos a verle.
-¡Sí!
La aldea estaba decorada con luces de navidad aún apagadas y
árboles más pequeños que los del bosque repartidos por las tiendas. Las guirnaldas
abundaban en las barandillas y bordes de las casas. A lo lejos vieron a Sumire,
Wasabi y Namida retocando los últimos detalles. Sarada se disponía a verlas
pero ellas se alejaron.
-Por cierto, ¿tu padre Sasuke está en la aldea? -preguntó
Boruto a Sarada, pero la expresión de ella ya le dio una respuesta.
-No -dijo ella seca pero con tristeza-. De hecho, estoy
segura que no porque el Séptimo y mi madre también han hablado de ello. Está
fuera, como siempre.
-¡Está salvando el mundo! -dijo Boruto con un brillo en los
ojos-. No como mi padre…
-¡¿Pero qué dices?! Tu padre ha salvado el mundo y lo
continúa haciendo desde su gran puesto de Hokage. Algún día yo también lo seré
-esta vez fue a Sarada a quien los ojos se le iluminaron.
Ya en la entrada al piso de Mitsuki, Boruto llamó a la
puerta. Esperaron unos segundos y el chico de pelo blanco abrió.
-Boruto, Sarada. Hola -dijo Mitsuki expresando lo que
parecía una sonrisa.
-¡Mitsuki! ¿Estás haciendo algo importante? -le preguntó
Boruto emotivo.
-No.
-Pues coge lo que sea y vayamos a comer. ¡Que ahora que lo
pienso, me estoy muriendo de hambre!
-¿Ahora que lo piensas? -preguntó Sarada desinteresada.
Mitsuki cogió dinero y salió con sus amigos. Los tres fueron
paseando hasta llegar al bar. Boruto pidió una de esas hamburguesas riquísimas,
Mitsuki le imitó y Sarada pidió algo más saludable.
-¿Dónde están los demás? -preguntó Mitsuki al ver que
Shikadai, Inojin y Chouchou no se encontraban allí.
-El trío con sus padres en una comida familiar -respondió
Sarada-. Y las del Equipo 15 parece que están decorando la aldea.
-Iwabee estará por ahí enseñando sus trucos a los más
pequeños de la aldea. Denki está con su padre en la Kaminarimon Company. Y
Metal Lee supongo que también.
-Es verdad -añadió Sarada-, y no creo que eso del día de
descanso les haya prohibido entrenar a Metal y a Rock Lee.
-Deberíamos haber hecho lo mismo. Y aún podemos.
-Me temo que yo no -negó Sarada-. He de ayudar a mi madre a
preparar los pasteles.
-¿Sakura trabaja hoy, verdad? -preguntó Mitsuki.
-Sí -respondió ella alicaída.
-¡¿Lo ves?! Tu padre salvando el mundo y tu madre lo mismo.
Y mientras, ¿mi padre qué hace? Pasar papeles del lado de no leído a leído.
Vaya porquería.
-¡Boruto! -le gritó Sarada sabiendo que estaba en su contra.
-Ya viste lo que es capaz de hacer el Séptimo -dijo
Mitsuki-. Recuerda cuando salvó la aldea del ataque tan poderoso de Otsutsuki.
Nadie más lo podría haber evitado.
-Hhm -Boruto achinó los ojos cediendo ante las verdades de
sus amigos.
Los tres comieron y Boruto y Mitsuki se despidieron de
Sarada:
-¡Dale recuerdos a Sakura de mi parte! -le dijo Boruto ya a
lo lejos.
-¡Y tu recuerdos a Hinata y a Himawari!
Los dos chicos siguieron andando y se encontraron con
Shikadai e Inojin. Se sentaron en uno de los bancos y empezaron a jugar a la
consola.
El día corrió como si fuera otro día cualquiera en la aldea,
sin misiones asignadas. Excepto porque la gente se veía más animada de lo
normal.
Los cuatro se despidieron pero Boruto no dejó que Mitsuki se
fuera a su piso solo. Le agarró del brazo y le dijo que podría quedarse en su
casa.
Los dos llegaron. La pequeña Himawari los recibió con una
amplia sonrisa. También Hinata, que ya tenía la cena preparada. Mientras
Mitsuki hacía de hermano mayor, así como Boruto, Naruto llegó a casa. ¿Era un
clon? Pensó Boruto. Y así fue, cuando en medio de la cena desapareció.
Ese año no le correspondía a Naruto transmitir las
campanadas a través de la televisión. Pero Boruto ya ni se molestaba en qué
podía estar haciendo. Lo único que sabía era que el tiempo que pasaba con su
familia era escaso. Y le dolía. También a Himawari que quería pasar más tiempo
con su querido padre.
Sin embargo, justo antes de comerse las uvas o lo que cada
uno considerase adecuado y le gustase, alguien llamó a la puerta.
-Ya voy yo -dijo Hinata.
Pero volvió a sentarse al ver que Boruto ya se encontraba
abriendo la puerta. Naruto, con unas ojeras notables se asomó de cuerpo entero.
Dio un paso y recibió un golpe limpio en el estómago. Inmediatamente después,
Boruto lo abrazó al saber que no era ningún clon.
Al instante, los dos notaron cómo una niña con los ojos
llorosos los abrazaba. Pero se despegó y dijo:
-¡Vamos papá, hermanito! ¡Que ya suenan las campanadas!
Naruto se quito los zapatos tan rápido como pudo y los tres
volaron hasta el salón. Allí, las doce campanadas sonaron llenas de alegría.
-¡Feliz Año Nuevo 2020! -felicitó Kurotsuchi la entrada al
año nuevo.
Todos en sus casas se abrazaron. Sakura y Sarada se dieron
un largo abrazo que para la genin ya se alargaba demasiado. Hinata se sonrojó y
sonrió a Naruto. Él le devolvió una de sus sonrisas cautivadoras. Luego,
Himawari y Boruto se abrazaron junto a su madre y luego la pequeña lo hizo con
su padre. Boruto lo miró desafiante pero el Hokage le alborotó el pelo y ya lo
consideró un gesto suficiente.
Mitsuki, al lado de ellos cuatro, sonrió al ver una familia
feliz. Y no miró hacia sí mismo ni deseo eso para él, pero le alegró mucho ver
como Himawari le abrazó con fuerza. Mitsuki le devolvió el abrazo.
Todos los ninjas deberían tener esa alegría durante esos
días de navidad. Pero algunos la podían arruinar con sus murmullos y palabras
en la oscuridad. Sin embargo, está claro que Boruto hizo caso omiso a esos
comentarios. ¿Y qué debía de preocuparle? ¿Lo débil que él era? ¿Lo débiles que
eran sus amigos y compañeros de la academia, cuando no era así?
Mtsuki, aquél que se enfrentó a sus amigos para encontrarse
a él mismo y con un poder inigualable.
Sarada, poseedora del Sharingan y con gran dominio del
Genjutsu y una fuerza poderosa.
Boruto, con la técnica del Rasengan a su medida, poder para
cambiar la perspectiva de los demás y aquél que derrotó a Momoshiki Otsutsuki.
Los débiles son los susurros.